PARÁBOLA DE LA FELICIDAD DE PÍO BAROJA

A Pío Baroja siempre se le consideró un hombre escéptico, áspero, pesimista y errante, pero el fondo de su alma escondía una ternura infinita y bondadosa.
Ortega y Gasset le vió así: "un asceto calvo, lleno de bondad y de ternura, que deambula calle Alcalá arriba, calle Alcalá abajo y que aspira a completarse construyendo personajes que se parezcan a su ambición".
Quiero compartir con vosotros esta Parábola que escribió Baroja, ese hombre-escritor-niño-solitario. 
Y una reflexión de Antoine de Saint-Exupéry: "El sentido de las cosas no está en las cosas mismas, sino en nuestra actitud hacia ellas".
Espero que os guste esta historia...

Y era en la isla de Ceylán, en el séptimo siglo antes de la venida de Cristo, en la séptima encarnación de mi alma, en el tiempo en que Sakyamouni predicaba por el mundo y enseñaba la Ley, ley de gracia para todos los hombres. Y era en la isla de Ceylán.
Y mi alma triste había encarnado en el cuerpo de un paria.
En los momentos de descanso, tras de las rudas faenas, un compañero, esclavo como nosotros, leía las plegarias y los himnos santos, santos himnos que escribieron el solitario de la familia de los Sakyas y sus discípulos.
Y yo oía las sentencias de Buda, pero no meditaba en el dolor, ni en la muerte, ni en la tristeza, ni en la miseria de las alegrías del hombre; meditaciones que abren al asceta las puertas de la misteriosa ciudad del Nirvana, en donde se es sin ser, y en donde se duerme el eterno sueño del aniquilamiento; lejos, muy lejos de las miserias y de las torpezas del mundo, en los dominios de la paciencia y del reposo, fuera del ingrato océano de la creación dolorosa.
Y mi corazón estaba turbado por la vanidad y mis ojos no veían la luz en el camino. Porque amaba los goces de la vida, falsos como el eco de las cavernas y como las sombras reflejadas en los ríos, y quería apurar la copa del placer, que es tan solo receptáculo del dolor y de la liviandad.
Y el espíritu, inspirador de los deseos y de las pasiones, me infundió el entusiasmo por la aborrecible existencia.
“¿Qué necesito –pensé– para encontrar la dicha? Ser libre; la libertad basta para mi dicha”.
Y fui libre, y me acosó la miseria, y viví desgraciado años y años.
Y no encontré la dicha.
“¡Oh! –pensé entonces–. ¡Qué engaño el mío! No basta la libertad para ser dichoso. Se necesita también la riqueza”.
Un día me encontré dueño de una fortuna considerable, y vi satisfechos sin esfuerzos mis necesidades y mis deseos.
Y no encontré la dicha.
“¿De qué me vale la riqueza –dije después– si mis mayores ambiciones no puedo satisfacerlas? ¡Oh! Si yo fuera poderoso”.
Y fui poderoso y tuve un país bajo mi dominio y esclavos y elefantes gigantescos y carros de oro y jardines colgantes, y mujeres adornadas con piedras preciosas.
Y no encontré la dicha.
Y cuando el poderío se me hizo repulsivo, quise ser sabio, y estudié en Egipto, en Babilonia, en Persia y en Caldea: Y medía la distancia de los astros, y calculé las alturas del sol. Y vi que en la mucha sabiduría hay mucha molestia y que quien añade ciencia añade dolor.
Y no encontré la dicha.
Y recorrí el mundo, hasta las tierras del Extremo Occidente, y vi las grandes y fastuosas ciudades del Mediterráneo, cuna de los más refinados placeres.
Y no encontré la dicha.
Y, resignado, volví a la isla de Ceylán, y volví a ser paria y volví a sufrir, y esperé tranquilo la hora de la muerte, la dulce hora de perder la personalidad en el crepúsculo del pasado y de fundirme en la augusta inconsciencia, como un rayo de sol en las masas azules de los mares.
Hay en los libros de Zaratustra y en las sentencias del hebreo Jesús Ben Sirach parábolas más profundas y de más sutil enseñanza; pero de cierto os digo que a vosotros, cuyo corazón está turbado por la vanidad y cuyos ojos están cegados por el orgullo, os puede ser útil para la salud de vuestra alma la historia de esta vida, séptima encarnación de mi espíritu en el cuerpo de un esclavo, en la isla de Ceylán.

Comentarios

  1. ¡Hola, Paloma!¿Qué tal? Ya te echábamos de menos. Esta parábola me entristece un poco, porque nos habla de lo que este hombre NO encontró (aunque, eso sí, viajó y experimentó mucho; ahí entraríamos en qué es la vida, no llegar a un destino sino el recorrido mismo que hacemos...). Me quedo con Saint-Exupéry y la actitud (positiva) hacia las cosas. ¡Un abrazo, guapa!

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  2. Preciosa la parábola, Paloma, hasta que no abolió el deseo no encontró la dicha. Gracias por poner estas cosas y por haber creado tu blog que nos enriquece siempre. Un beso, Cristina Salas.

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  3. Me parece que siempre nos inspiras Paloma, pero detecto algo de angustia y desesperación en tu texto. Hace poco me he dado cuenta de que me gustaría que me describieran con un: "se empeñó en ser feliz". Espero que todos nos empeñemos en ello. Un beso. Carlos

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  4. Me encanta tu blog, Paloma. Escribes de una forma tan cristalina que se puede ver tu alma en tus textos. Te deseo que tu felicidad siempre esté a tu lado, en las cosas y las personas más usuales y más triviales que puedas ver con tus ojos, que suelen ser las más grandes que puede encontrar un corazón. Un beso muy grande.

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  5. Vengo largo tiempo meditando en la novela EL arbol de la ciencia, de Baroja, y la profundidad de su pensamiento en sus economicos textos. Me fascina Baroja y me fascina la literatura española. Gracias por compartir este texto con nosotros los internautas.

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