Adolfo Suárez: el último samurai

Los samurais fueron una élite militar que gobernó Japón durante cientos de años.
La palabra Samurai significa “el que sirve”.
Los samurais eran expertos en el arte de la espada, el arco y la lanza, pero también eran maestros cultivando otras disciplinas como la pintura, la poesía, la caligrafía, la música, la arquitectura o el arte floral. 
Su código de conducta estaba inspirado por el Bushido,  "el camino del guerrero".
 
Estos son los siete principios que rigen el código del Bushido: 

Yu (coraje, valor heroico) "ocultarse como una tortuga en su caparazón, no es vivir."
Rei (cortesía) "un alma sin respeto es una morada en ruinas." 
Jin (compasión) "el poder que desarrolla un hombre debe ser usado en bien de todos." 
Gi (Justicia) "sólo existe lo correcto y lo incorrecto." 
Meiyo (honor) "la muerte no es eterna, el deshonor sí." 
Chugo (lealtad) "un perro sin amo vagabundea libre. El halcón de un Daimyo (señor feudal) vuela más alto."
Makoto (sinceridad, verdad) "las palabras de un hombre son como sus huellas; puedes seguirlas donde quiera que él vaya. Cuidado con el camino que sigues."

Adolfo Suárez se ha ido. Ha dejado este mundo sin ser consciente del boato ni de la gloria.
Él hizo lo que debía hacer, como un samurai, y luego desapareció entre la bruma, con los recuerdos ocultos bajo una espesa niebla que tiene nombre alemán: Alzheimer.
Murió sonriendo, quizá porque en ese último momento atravesó como un rayo la memoria de su vida y pensó que ningún homenaje es preciso cuando un hombre hace lo correcto.

Todos nuestros políticos deberían tener en su mesilla un ejemplar de Hagakure (literalmente "oculto bajo las hojas"), esa guía para vivir en resonancia con la impecabilidad del guerrero, del samurai, del que sirve. 
Esas reflexiones del maestro samurai Yamamoto Tsunemoto, deberían impregnar las noches y los días de los llamados a servir al pueblo y no a ellos mismos.

Adolfo Suárez pertenecía al aguerrido linaje de los que pueden darnos lecciones de nobleza, honor y determinación.

El Hagakure nos sugiere una impecable filosofía de vida: "Incluso si fueses súbitamente decapitado, deberías ser capaz de realizar con destreza una última acción", recomienda Tsunemoto.

Ya no hay clase política, ya no hay guerreros. Suárez fue el último samurai y creo que murió sin saberlo, o a lo mejor si lo supo al final y por eso sonreía.
De sus labios no salió una palabra.
Según Tsunemoto "para un samurai una sola palabra es de gran importancia. Mediante una sola palabra el valor marcial puede hacerse evidente. En tiempos de paz tus palabras demostrarán valentía. En tiempos problemáticos, también. Uno sabe que una sola palabra puede evidenciar la cobardía o el valor de una persona. Esa sola palabra es como la flor de tu corazón. No es algo que alguien dice simplemente, con su boca".

Yo era pequeña cuando España se unió bajo el sentido común y la generosidad de alguien que puso los intereses de una nación por encima de los suyos propios.

Ahora ya no está, pero yo sí tengo una última palabra para él:

GRACIAS



Comentarios

  1. ¡Qué hermoso homenaje a un hombre que consiguió el respeto y el cariño de la gente sencilla y el rencor y la envidia de los acomodados y logreros!

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